Para comenzar tenemos que tener en claro quién es el autor de la fotografía. La titularidad de una fotografía pertenece a su autor, el fotógrafo. El fotógrafo al crear la obra tiene derecho moral de ser reconocido como el realizador (derecho a la paternidad), a que su obra no sea alterada y se mantenga como la creó (Derecho de integridad) y el derecho patrimonial de apropiarse de los beneficios económicos que ella produzca.
Si la obra fue realizada por encargo, de forma laboral, el titular de los derechos patrimoniales sobre la misma es el empleador, por lo que este podrá utilizarla o autorizar su uso a terceros. Todo dependiendo de los términos del acuerdo previo. Pero, el fotógrafo conserva el derecho de ser reconocido como el autor de la fotografía y que la misma sea utilizada como se creó, sin modificaciones que la afecten de acuerdo a su criterio y conforme a los fines para los que fue requerido.
En pocos casos las marcas piden total renuncia de la autoría de la obra a un profesional.
Si la obra no fue realizada con fin laboral, el titular de la obra puede disponer libremente de la misma. Puede publicarla, reproducirla, distribuirla, exhibirla, impedir su publicación, etc.
Cuando se realizó una fotografía a una persona deben tenerse en cuenta dos derechos. Por un lado, el derecho del fotógrafo sobre su obra, pero así mismo, el derecho del fotografiado sobre su propia imagen.
El derecho de una persona sobre su imagen implica que para retratarla, hacer público su retrato y lucrar con la misma, es necesario contar con su consentimiento.
No obstante, aún habiendo dado su consentimiento, el fotografiado puede cambiar de idea y pedir que no se exponga su imagen. En Argentina, para asegurar la protección que la ley otorga sobre nuestras fotografías, se debe registrar la misma en la Dirección Nacional de Derechos de autor. En otros países, el derecho sobre la obra nace con la creación de la misma. Recomendamos tener en cuenta estos detalles a la hora de la realización de una producción audiovisual.